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LA ZAMBOMBA (I), manifestación cultural de interés etnológico

La Zambomba, manifestación cultural de interés etnológico, debe su denominación al instrumento musical membranófono de fricción tan utilizado en la música tradicional navideña de Andalucía, desarrollándose fundamentalmente durante las semanas comprendidas entre el día de la Inmaculada y la Nochebuena; intensificándose conforme se acerca la Navidad.

La celebración tiene lugar durante toda una jornada y suele comenzar por la tarde-noche y prolongarse hasta la madrugada. La preparación de la hoguera y la elaboración colectiva de los dulces navideños –pestiños, buñuelos y roscos– sirven en muchos casos como apertura de un auténtico ritual. Los allí presentes se van reuniendo alrededor de la candela o bien en el centro del recinto en el que se encuentren, y en un momento dado y de manera casi espontánea da comienzo la zambomba. Se van entrelazando entonces coplas y cantares donde, predomina lo coral, aunque también hay estrofas que son interpretadas por una voz solista y que encuentra respuesta en el estribillo que elevan al unísono todos los integrantes del corro.

Algunas de estas interpretaciones musicales –especialmente las canciones de ronda o las bulerías que se suceden en las fases finales de aquellas zambombas más flamencas– son complementadas con espontáneos apuntes de baile que, de manera individual o en parejas, se van ejecutando por turnos en el interior del espacio circular que conforman los asistentes.

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Cada cierto tiempo se van produciendo pequeños recesos que son aprovechados para tomar algún refrigerio o degustar los dulces navideños que se reparten de manera gratuita, incluso en las zambombas con intención comercial. Durante estas pausas es igualmente habitual el intercambio de roles entre los participantes más activos: la zambomba y el resto de instrumentos cambian de manos mientras que la interpretación coral pasa a ser liderada por distintas voces que van sugiriendo y apuntando otras coplas del extenso repertorio. Así se van desarrollando una sucesión de cantares en las que el colectivo se representa y se reconoce. Todo envuelto en un ambiente festivo que invita a la participación, la conversación y sociabilidad, hasta que ya a altas horas de la noche, cuando el cansancio empieza a hacer mella, se da por concluida la zambomba.

Ocurre a veces, especialmente en las fases finales de las zambombas más multitudinarias, que grupos de jóvenes conforman corros alternativos, alejados del foco principal o una vez disuelto éste, donde se interpretan bulerías y otros estilos flamencos de corte festero con la consecuente prolongación de la misma. A esta modalidad tradicional hay que unir las “zambombas mañaneras”, que últimamente vienen proliferando especialmente en el núcleo urbano de Jerez, alcanzando una mayor duración. En estos casos, da comienzo al mediodía con la degustación de los guisos tradicionales de la comarca en fechas invernales –sobre todo la berza jerezana y el ajo caliente– acompañados de los vinos del marco, cervezas y refrescos. Tras la comida, se inicia la zambomba propiamente dicha.

La celebración de zambombas se ha hecho extensible a la casi totalidad de los vecinos de ambos municipios y su ámbito de festejo ha pasado de lo privado a lo público, aunque sin abandonar el primero. Los participantes se integran en estas celebraciones a diferentes niveles, desde los más particulares y privados hasta el más social y público. Dentro de la gran variedad existente, la naturaleza y el carácter de cada zambomba vienen en gran medida marcados por las personas, asociaciones y/o entidades que las organizan.

En las zambombas con mayor grado de privacidad y nula o escasa intención lucrativa, la correlación entre organizadores-financiadores y artífices es directa. En éstas, los miembros de la familia extensa e integrantes de asociaciones u otros colectivos participan y adopta roles que en gran medida vienen marcados por factores como la edad y el género: a los mayores se les otorgan papeles de gran representatividad, como depositarios y garantes de la tradición, que son subrayados por las posiciones preeminentes que ocupan en el corro. Por su parte, los presidentes y cargos directivos de los colectivos actúan frecuentemente como anfitriones encargándose de la atención y agasajo de los invitados. El resto de los participantes, cuando no intervienen de manera directa en la interpretación de coplas y villancicos –ya sea en la parte coral o como ejecutantes de los diversos instrumentos–, se encargan de las distintas tareas que las prácticas de comensalismo conllevan –encendido y mantenimiento de la hoguera, elaboración y servicio de repostería y otros alimentos y bebidas–.

La distribución por géneros de funciones y tareas está muy marcada: las posiciones más relevantes y activas se reservan a las mujeres, amas de casa de cierta edad en su mayoría. Los hombres ocupan por lo general posiciones subordinadas.

El papel fundamental que las mujeres han jugado en el mantenimiento y transmisión de la tradición oral se hace especialmente palpable en la faceta musical e interpretativa. Son ellas las que mejor conocen los repertorios, las que ponen más ímpetu y ganas en la interpretación de las coplas, las que con más asiduidad salen al centro del corro para marcarse un baile. No obstante, la evolución que vienen experimentando ha conllevado, ciertas modificaciones y alteraciones en esta tradicional adscripción de roles.

La progresiva mercantilización de la zambomba ha propiciado el aumento de un público-audiencia, agentes de consumo, que aunque no llegan a alcanzar significativas cuotas de participación en el aspecto musical, sí se integran en la celebración y socializan en distinto grado con el resto de los agentes. Este público es especialmente atraído por las zambombas celebradas en las peñas flamencas, aunque también es numeroso en las más comerciales e institucionalizadas.

Los coros son grupos de intérpretes, más o menos estables, que se forman en el seno de asociaciones de mujeres, de vecinos, peñas flamencas, hermandades y otros colectivos de carácter religioso, centros educativos, empresas, etc. La proliferación de estas formaciones se produce de manera paralela al aumento de la popularidad y difusión de las zambombas.

El repertorio se convierte en uno de los elementos definitorios de cada una de las zambombas. Su mayor o menor grado de tradicionalidad, el carácter abierto o cerrado de sus coplas y su nivel de aflamencamiento son aspectos que en gran medida vienen marcados por la filiación geográfica y étnica de los participantes y por el carácter en cada una de estas celebraciones.

Podríamos clasificar las zambombas en base a tres categorías básicas: aquellas con un repertorio apegado a lo tradicional, al folklore; otras donde predominan las formas flamencas, y un tercer tipo mixto; de amalgama, en el que coexisten ambas vertientes. De forma más o menos clara estas diferencias se plasman en el territorio y en los distintos ámbitos que conforman la campiña.

Debemos resaltar por un lado, las particularidades de las zambombas arcenses. Hay una mayor extensión y variabilidad del corpus lírico que se sigue interpretando en Arcos. Aunque ambas poblaciones comparten coplas y romances, Arcos mantiene aún hoy en día algunas piezas privativas, un corpus singular y diferencial que no se ve sometido a la hibridación con las formas interpretativas flamencas, que de forma generalizada se produce en la cabecera de comarca. En el ámbito arcense además los textos siguen conservando en muchos casos un carácter abierto que propicia la existencia de variantes de una misma pieza, dependiendo de los barrios o contextos familiares en los que se recoja. En Jerez, el repertorio se ha visto estandarizado, ya que las variantes han desaparecido prácticamente. Pero las diferencias en el repertorio de estas dos modalidades básicas de zambomba no solo se aprecian en lo lírico, sino también en lo musical y melódico. La incorporación en la variante jerezana de instrumentos como la guitarra flamenca y distintos tipos de percusión –cajón y timbales sobre todo- ha sido decisiva en este sentido, pues ha supuesto una regularización rítmica que en Arcos no se ha producido. En cuanto a las melodías, se aprecian también diferencias notables entre uno y otro caso, hasta tal punto que los mismos textos que se cantan en Arcos se pueden escuchar en Jerez con distintas tonalidades y arreglos melódicos más cercanos por lo general a la musicalidad flamenca. Algo parecido ocurre con los bailes y mudanzas que se interpretan en el centro del corro. En las zambombas jerezanas predominan la estética y formas flamencas: braceos, llamadas, zapateado, vacuneos, utilización del cuerpo como elemento percutivo con golpes de palmas en pantorrillas y pecho principalmente. En Arcos se mantienen el estilo propio de los bailes de ronda con remembranza a las canciones de columpio: manos en jarras, brincos y pequeños saltos con cruces y paseos que se interpreta individualmente o en pareja. Esto viene a subrayar la complejidad de esta manifestación cultural y el carácter particular que cobra en los distintos territorios donde se expresa.

Se hace especialmente evidente la influencia flamenca en las celebraciones llevadas a cabo en peñas flamencas o en barrios históricos –San Miguel y Santiago sobre todo- donde la presencia de la etnia gitana ha sido constante a lo largo del tiempo. Si salimos de estos contextos, los repertorios se acercan más a lo
tradicional.

De cualquier forma, y aunque el progresivo aflamencamiento haya traído aparejada cierta reducción y estandarización del repertorio jerezano, no podemos dejar de reconocer la importancia que este hecho ha tenido en el proceso de resignificación de la zambomba y en el renovado interés y auge que estas celebraciones han adquirido en el universo jerezano.

El carácter popular de la zambomba se reconoce en el conjunto de instrumentos que desde sus orígenes han estado asociados a la misma. En muchos casos se trataba de elementos cotidianos —herramientas de trabajo, útiles de cocina u otros utensilios domésticos— a los que se les daba un uso musical dentro del contexto festivo. Hasta hace relativamente poco se han utilizado sartenes, calderos, tapaderas o cualquier otro objeto que se tuviera a mano capaz de generar ritmos. Su funcionalidad musical radica en el acompañamiento rítmico que proporcionan, y en el alboroto y algarabía que despiertan. Pero además de estos objetos convertidos en circunstanciales emisores de sonidos también han estado presente desde el principio instrumentos musicales propiamente dichos: de fácil interpretación y reducido coste, generalmente vinculados a la Navidad.

Las alusiones en las coplas y cantares refuerzan la identificación que se establece entre ellos y las celebraciones que nos ocupan. La incorporación de nuevos instrumentos es un proceso abierto que en gran medida viene marcado por los derroteros por los que transitan las zambombas en los últimos años. A veces se produce la asimilación definitiva de algunos en el conjunto de la tradición, mientras que otros tienen un recorrido efímero y desaparecen pronto.

Fuente: Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, de la zambomba