La Puerta de Sevilla y la Plaza Rafael Rivero
ARTÍCULO DE FABIÁN PÉREZ PACHECO
En 1255, el rey de Castilla Alfonso X, el Sabio, entró en una recién conquistada ciudad de Jerez por la puerta de Sevilla.
En el año de 2014 en Jerez de la Frontera (Cádiz) celebramos el 750 aniversario de ‘La Anexión de Jerez al Reino de Castilla’, lo que ocurrió en el año de 1264. Casi una década antes, en 1255, el rey de Castilla Alfonso X, el Sabio, entró en una recién conquistada ciudad de Jerez por la puerta que los mismos musulmanes debían conocer como la de “El camino de Isbilya”, la de Sevilla, como así fue denominada en los textos de la época alfonsina: “la Puerta que dicen de las Cruces, que es á la salida que dicen de la Carrera de Sevilla”. Era ella una de las cuatro puertas del recinto amurallado de la ciudad musulmana de Sheris, cuyo nombre devino castellanizado en Xerez.
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Los planes urbanísticos del Ayuntamiento del siglo XIX tendieron al ensanche y embellecimiento de las calles y plazas de la ciudad consumándose la demolición de las cuatro puertas, siendo, casualidades de la Historia, precisamente destruida ésta de Sevilla en el 600 aniversario de la conquista de la ciudad, en el año 1864, siendo además la última demolida. Las puertas eran pequeñas alcazabas, diseñadas por los ingenieros almorávides con dobles puertas y con acceso acodados. Muy distintas de los accesos axiales de las puertas cristianas y en las que debieron ser transformadas antes de su definitiva destrucción. La dificultad en su tránsito favorecía su defensa y dibujaban un perfil que a nuestra mirada historicista se nos hubiera antojado enriquecedora: un complejo conjunto de murallas y torres, almenadas, austeras en su diseño y técnica constructiva, realizadas en tapial, con el escueto enriquecimiento de hiladas de ladrillo que debían dibujar una galería ciega en sus torres.

Tras su conquista, Alfonso X asignó a cada puerta de la muralla una guarnición de diez caballeros, fundando para las cuatro puertas de Jerez “Los Cuarenta del Feudo” con un Alcaide o Capitán en cada una de ellas: al frente de la puerta de Sevilla estuvo don Fernán Yañez Palomino, su primer Alcaide.
Esta puerta es foco de una leyenda que le da un segundo nombre: la Puerta de las Cruces. En ella se dice aparecieron ocho cruces ocultas en sus muros, observadas tras unas reformas realizadas en el año 1264, el año de la definitiva conquista de la ciudad.

La Historia llama a este período de la Edad Media “la Reconquista”, pero Jerez no fue reconquistado, porque Jerez fue estrictamente fundado en el período islámico y a él debe su construcción. La elaboración de estas leyendas cristianizaba los orígenes de la ciudad, dibujando relatos que hacían ver una supervivencia de la fe cristiana ocultas bajo el dominio musulmán y la anexión a los reinos castellanos una vuelta a un orden histórico. Pero la historia quiso que realmente en el año de 1264 Jerez sí fuera reconquistado, pues tras su sometimiento en 1248 con la caída de Sevilla al rey Fernando III, y tras su conquista en 1255 por Alfonso X, la rebelión mudéjar de 1261 que retomó la ciudad con un alzamiento de su población musulmana, hizo realmente que el rey Sabio reconquistara la ciudad en 1264, un 9 de octubre en el día del santo Dionisio. En ella, como tradición cristiana de los humilladeros dispuestos en las embocaduras de las puertas amuralladas, se dispuso la imagen pintada de la Virgen de la Estrella, a la que se le solicitaba mediante el rezo su protección fuera de la cerca de la ciudad y a la que se le rendía gratitud tras el reingreso por sus puertas.
Algunos restos se observan en Jerez de estos humilladeros, como el de la Virgen de la Antigua, junto al postigo del Arroyo, sin uso ni culto, o la muy profesada del Señor de la Puerta Real, junto a la antigua puerta de la cerca amurallada de dicho nombre en la plaza Arenal. De la Virgen de la Estrella y la Puerta de Sevilla sólo nos queda la advocación que recibe culto cofrade en el anexo colegio lasaliano de San José, junto a la iglesia de San Marcos, y gracias a lo cual se conserva en el barrio esta tradición piadosa con sus orígenes en la Puerta de Sevilla.
Tras la puerta de Sevilla se abre la plaza Rafael Rivero, uno de los más bellos rincones del casco histórico de la ciudad, destacando por su tipismo callejero y sus palacios, suponiendo un ensanche del laberíntico entramado del barrio de San Marcos y el de San Dionisio. Ambos barrios se abren a esta Puerta de Sevilla, siendo su cauce natural la calle Tornería que la enfila para unirla a la calle Sedería y plaza Plateros, núcleo económico de la ciudad musulmana y en donde se levantaba su importante alhóndiga.
La plaza Rafael Rivero hace honor a este alcalde de Jerez que murió en 1881. En esta plaza podemos ver la casa de Pérez-Luna, de fachada barroca y con un reloj de sol, y en el que vivió este insigne jerezano. Fue hombre querido por sus conciudadanos, y a él se le reconocen logros destacados como la fundación del Monte de Piedad de Jerez en 1834 (primera caja de ahorros de España), participó en el levantamiento de la primera vía del ferrocarril en Andalucía (tercera de España) entre Jerez y Trocadero en el Puerto de Santa María, inaugurada en 1854 o la conducción a Jerez de las aguas procedentes de la sierra del Tempul en 1869, y que podemos recordar al observar una fuente pública, recuperada en años recientes, en uno de los muros de esta misma plaza.
En otro de sus flancos, se levanta el palacio de Domecq de la Riva, cuya fachada construida en un estilo neoclásico tardío, sirve de extraordinario adorno a la plazoleta. Tanto la de Pérez-Luna como éste de Domecq de la Riva se componen bajo el mismo esquema: un hueco de acceso abierto a un patio y balconada principal rematando la portada. Sin embargo la máscara artística es sustancialmente diferente; la portada del de los Pérez-Luna es de perfil mixtilíneo, de complejas aristas y decoración profusa, característicos del siglo XVIII, sin embargo, la portada del palacio de los Domecq de la Riva es un revival romano, compuesto de pares de columnas jónicas sobre pedestal que flanquean el hueco de acceso, y frontones rectilíneos sobre sus balcones. Aunque este palacio tiene su origen en el siglo XVI, como residencia de los Villavicensos y López de Morla, fue muy modificado en 1925 por el arquitecto Francisco Hernández Rubio diseñando una portada decorada con sendas esculturas pétreas en las que se representan a dos héroes clásicos: Perseo y Hércules. Estas esculturas fueron realizadas por el artista valenciano Ramón Chaveli (Alcira, 1879- Jerez, 1947) conocido en Jerez como imaginero de su Semana Santa. Perseo y Hércules se representan como guerreros romanos, vistiendo corazas, escudos y cascos plumeados. Perseo exhibe una ballesta y un escudo con la esfinge de la Gorgona Medusa, a la que él venció cortándole su cabeza de mirada petrificadota y cabellos de culebra. Hércules hace pareja compositiva portando espada y un escudo con la cabeza del león de Nemea, la primera prueba a la que fue sometido Hércules demostrando su fortaleza y valentía extremas. Ambos personajes quedan emparentados en la mitología griega y ambos fueron sometidos a pruebas de las cuales resultaron exitosos.
La plaza, sombreada por palmeras y naranjos, cobija en su centro al sencillo monumento que recuerda al alcalde Rivero. Este monumento, levantado por suscripción popular, se acabó en 1883 y se compone de un pedestal pétreo con fina labra decorativa y rematado por el busto en bronce del homenajeado alcalde. Esta imagen es un retrato de buena factura, y fue realizada por el escultor italiano afincado en Jerez, Augusto Franzi Bottinelli.