El día de San Juan viene a ser como el contrario del día de Navidad, las dos caras de una misma moneda, las del calendario anual. Eso quiere decir que las hogueras de San Juan vienen a ser como la misa del Gallo, y eso es así porque en ellas se excusan, bajo las santas festividades, los solsticios de verano e invierno. Los diferentes movimientos del calendario a lo largo de la historia desplazaron esas festividades.
El solsticio de invierno, la noche más larga del año con la que se inaugura el invierno, ocurre el 22 de diciembre, tres días antes de la festividad del Nacimiento de Jesús, y el solsticio de verano, el día más largo del año con el que se inaugura el verano, ocurre el 21 de junio, tres días antes del nacimiento de San Juan Bautista. El nacimiento del Bautista es el único de los santos del que tenemos fecha, pues ocurrió seis meses antes del nacimiento de Jesús; de ello nos da noticia la tradición de los evangelios con el episodio de la Visitación de María a su prima Isabel. San Lucas nos cuenta cómo a la Virgen María, tras la Anunciación del arcángel y al saber por él que su prima Isabel iba a tener un hijo, pues estaba preñada de Juan, marchó a cuidarla, y eso ocurrió seis meses antes del nacimiento de Jesús (Lc. 1, 26-45). El evangelista Juan nos cuenta cómo Juan el Bautista, inquirido por sus discípulos acerca de Jesús, les dijo: “es preciso que él crezca y que yo merme” (Jn. 3, 30) presentándose como su Precursor y dando fundamento literario a la merma y declinación del sol en las fechas siguientes a su nacimiento, que celebramos ahora el 24 de junio, hasta el nacimiento de Jesús, a partir del cual, las horas de sol y de luz se dilatan y estiran hasta, de nuevo, la fecha del nacimiento de Juan, completando el ciclo para volverlo a empezar. Si no tenemos luz suficiente en estos dilatados días, vamos y encendemos hogueras en la noche, pero como en Irma la Dulce, eso… es otra historia.
Felicidades a los Juanes, y en especial a mi hermano.